¡Ayudemos a las Cotorras Margariteñas!


La amenaza de extinción sobre el representante de la fauna emblemático del estado Nueva Esparta, la Cotorra Margariteña, es un problema de todos. A continuación transcribo un documento que gentilmente me hizo llegar la Lic. Marialejandra Faría, Coordinadora del programa BioInsula de Provita, que nos alerta sobre este grave flagelo.

Por: Karina López


La Cotorra Cabeciamarilla (a nivel local llamada Cotorra Margariteña), una especie prácticamente endémica de Venezuela, es la única representante del género Amazona que se ha adaptado a habitar exclusivamente en bosques secos. Actualmente subsiste en poblaciones fragmentadas a lo largo de toda la costa venezolana. Las poblaciones más grandes se encuentran en las islas Margarita y La Blanquilla (Rodríguez et al. 2004). La única población fuera de Venezuela se halla en Bonaire, componiéndose de tan sólo 360 ejemplares (BirdLife 2000). Una subpoblación, que anteriormente habitaba en Aruba, hoy en día se considera extinta (Low 1981).
La principal amenaza que pesa desde hace más de 20 años sobre las poblaciones de Ñángaros y cotorras es la captura furtiva de pichones para el comercio de mascotas. En la Isla de Margarita, una tradición local dicta que el regalo que más aprecio y respeto transmite hacia el destinatario es un pichón de Ñángaro o cotorra. Como consecuencia natural, existe un amplio mercado local para mascotas, que son suministradas por cazadores furtivos. Hay testimonios de la existencia de un comercio nacional e internacional de psitácidas con base en Isla de Margarita, pero éstos han sido difíciles de autentificar. Paradójicamente, el carente desarrollo económico en la Península de Macanao, que ha resultado en una relativa abundancia también de otras especies nativas y ecosistemas, ha contribuido a que florezca esta amenaza permanente hacía las psitácidas.

¿Qué se ha hecho para mejorar la situación?
En 1989, Provita inició, en colaboración con otras organizaciones, un programa de conservación a favor de las especies amenazadas y los ecosistemas de la Isla de Margarita. Este proyecto se centró inicialmente en la Amazona barbadensis. En aquel momento, la población de esta especie comprendía aproximadamente 700 ejemplares (Sanz y Grajal 1998, Silvius 1997). El programa de conservación incluía estudios de campo con vigilancia de nidos, cría en cautividad y actividades de concienciación, que dependían en gran medida de la integración de la población local. El proyecto tuvo un éxito considerable: en 1990, la Amazona Barbadensis fue oficialmente declarada “Ave Regional” del estado de Nueva Esparta, mientras su población creció en torno a 2,400 ejemplares en 2001(W. Rodríguez, Provita, datos no publicados). Pero a pesar de los claros signos de recuperación de la especie, las principales amenazas seguían existiendo. En una década y media dedicada a la realización de actividades de conservación en la isla, no se había logrado controlar debidamente la caza furtiva.

Durante la intervención del Programa se ha cuadriplicado el número de ejemplares del oeste de la Isla de Margarita, pasando de 750 a 1900 ejemplares. Se inició la implementación de un sistema de información geográfica para el área de estudio (incluyendo tanto otras especies como otros aspectos biológicos y ecológicos). En los últimos 3 años se ha implementado una innovadora técnica de participación y conservación, donde jóvenes de la localidad son formalmente entrenados para actuar como parabiólogos y realizan 24 horas continuas de vigilancia durante los 6 meses de puestas, logrando así incorporar efectivamente un total de 153 pichones en estas ultimas 3 temporadas reproductivas.

En este momento crucial, decidimos atacar el problema desde sus raíces, en vez de combatir los síntomas. Ya que el problema de la caza furtiva tiene orígenes tanto culturales como macro- y micro-económicas (y como consideramos que las soluciones de carácter económico estaban fuera de nuestro alcance), decidimos centrar nuestros esfuerzos en la educación. El objetivo fundamental de cualquier estrategia de educación medioambiental debe consistir en cambiar la actitud de la población local y sus percepciones y comportamientos en relación con el tema de la conservación. Se han creado 18 brigadas escolares sumando aproximadamente 400 niños que son voceros del mensaje de conservación y mantienen viveros escolares de restauración ecológica de los bosques secos como hábitat de las cotorras.

Hoy en día, según revelan nuestros censos anuales, estimamos una población actual de alrededor de 1.900 ejemplares (J. M. Briceño-Linares, datos no publicados). 153 pichones han sido incorporados a la vida silvestre a través de un programa de observación y seguimiento in-situ (en el propio hábitat de la cotorra margariteña).