Emociones fuera de borda

Atrévase a vivir una aventura llena de diversión, adrenalina y mucha acción: haga suyo el Mar Caribe y navegue como nunca antes por las más bellas playas vírgenes de la costa norte de la Isla de Margarita… ¡manejando su propia lancha!

Por. Karina López, publicado en la revista Clase Turista octubre 2008.



A las 9 de la mañana ya está todo el grupo en Playa Zaragoza, todos con nuestros trajes de baño puestos, mucho protector solar, lentes de sol (como después comprobamos, son imprescindibles) y el bolso con las toallas y los efectos personales. Nos recibe el amable Yender, e inmediatamente nuestro guía durante toda la travesía, el expresivo Tommy, nos explica cuál será el recorrido que haremos, las normas que debemos seguir, las señales imprescindibles para la navegación y el uso de los comandos que están a nuestra disposición en cada lancha.

El paseo -nos informa- durará dos horas y media. No es necesario tener experiencia previa, tampoco se trata de una competencia: los únicos requisitos son querer disfrutar, tener espíritu de equipo y poseer capacidad de seguir instrucciones. Es fundamental que todo el grupo se mantenga junto, a una velocidad constante, y que nos cuidemos entre todos para evitar cualquier incidente desagradable. Todo está cronometrado.

Después de ponernos los chalecos salvavidas, nos montamos en las respectivas lanchas de fibra de vidrio (de 4 metros de largo cada una, motor fuera de borda de 30 caballos de fuerza) y nos sentimos muy orgullosos al enterarnos de que son de diseño y fabricación 100% margariteña. ¿La capacidad? En cada una solo caben dos personas: el piloto y el copiloto. La adrenalina está concentrada a su máxima expresión.

1,2,3… ¡Partida!

Tras una vuelta inicial de familiarización de cada tripulante con su lancha, comienza el recorrido. La fila va precedida por una embarcación guía, a la cual todos los pilotos debemos seguir, y está escoltada por un peñero de apoyo, en el cual va el personal auxiliar con todas las cosas que no se deben mojar (entre ellas el refrigerio y los bolsos de los turistas).

Nos dirigimos al norte, en dirección a Punta Pariguá, y pasamos por Puerto Cruz, Puerto Viejo, Playa Arenas, Playa Constanza y Playa Manzanillo, hasta llegar a Playa La Propia. Es sorprendente ver desde el mar los parajes desde los cuales tantas veces nos hemos extasiado contemplando la inmensidad de ese infinito océano azul.

La conjunción del viento, la velocidad, el sol, el ruido del motor, el impecable azul del cielo, el continuo salpicón de agua en la cara y la sensación del salitre en nuestra piel es realmente mágica, y si a eso le sumamos la exhuberancia natural de nuestra querida isla la experiencia es alucinante. La gran cantidad de gaviotas y pelícanos a nuestro alrededor es, además de pintoresca, anuncio de una particular abundancia de peces.

Y en efecto es así. Normalmente el tour hace una parada en Playa La Propia para descansar un rato, liberarnos del chaleco salvavidas, extasiarnos con el paisaje, bañarnos en la playa, tomar un refrigerio y renovar energías, pero debido a la intensa faena de los pescadores hicimos lo mismo en la playa contigua: Care-Care. Una vez que cargamos las pilas, nos devolvimos a Playa Zaragoza por la misma ruta, y tras más de media hora de navegación llegamos felices, amando la isla más que nunca, agradecidos con la vida por tanta belleza natural y con ganas de volver.

RECUADRO:

Tras Bastidores

María Amelia Pérez, socia y Vice-Presidenta de Margarita Splash, nos cuenta que la empresa tiene casi 3 años operando en Margarita, y actualmente tiene una flota de 10 lanchas que salen en la mañana y en la tarde (todas las unidades están aseguradas, además de la póliza de accidentes personales para cada turista, aunque hasta ahora afortunadamente no ha habido necesidad de usarlas).

¿De dónde surgió la idea?
De un tour similar que existe en República Dominicana.

¿Qué es lo que más se daña en las lanchas?
Las guayas de aceleración y los sistemas de dirección, que tenemos que tener en stock permanentemente y solo se consiguen en el exterior.

¿Cuál ha sido el secreto del éxito?
Fusionar nuestras actividades turísticas con las del sector pesca: La logística tiene que ser conjunta, y nadie conoce el mar como los pescadores.

Contacto:
María Amelia Pérez
0414-563.31.70
http://www.margaritasplash.com.ve/


Especial: Redescubriendo Margarita
Por. Karina López, publicado en la revista Clase Turista octubre 2008.

Además de la playa, los paisajes, los deportes acuáticos, las compras y la rumba, muy pocos saben que la isla es una continuación del sistema montañoso del Caribe, separada de la costa continental por la Depresión de Cariaco, y aún son menos los que se atreven a salir de la rutina turística… Recorrer las montañas de Margarita es una experiencia sin igual que nos permite aislarnos eventualmente del bullicio y alternar -en el mismo día- con todo el resto del ambiente caribeño.

En esta oportunidad nos adentramos en dos de las elevaciones insulares más emblemáticas, Cerro El Copey y Cerro El Cacao, cada una abordada -a drede- desde una perspectiva diferente: La primera por una carretera asfaltada y la segunda por un sendero de tierra… Dos mundos, dos experiencias diferentes, dos modos de hacer ecoturismo, una sola finalidad: Compartir con la naturaleza y ratificar que somos parte de ella.

En ninguno de los dos casos se necesita una preparación física especial. Así que invitamos al lector a reclinarse en su asiento y disfrutar de este fascinante viaje sensorial, un abrebocas de lo que vivirá la próxima vez que visite la Isla de Margarita…


Su majestad Cerro El Copey

Debe su nombre a la gran abundancia de matapalos, comúnmente llamados "copeyes". Su riqueza ecológica y espiritual lo dotan de una envolvente magia que lo hacen una visita obligada la próxima vez que venga a Margarita

Por. Karina López, publicado en la revista Clase Turista octubre 2008.


Al norte de la isla encontramos la montaña más alta, con 930 metros sobre el nivel del mar: Cerro El Copey. Se eleva dentro del Parque Nacional del mismo nombre, en la población de La Sierra, y su cima se denomina Cerro Grande, donde están las antenas de telecomunicaciones de varias compañías privadas de telefonía y televisión, incluso de la Fuerza Aérea Venezolana. También conocido como “Cerro Palma Real”, se puede divisar desde diferentes puntos, y para llegarle tomamos la carretera Porlamar-La Asunción, para luego subir desde el casco histórico de la capital neoespartana hacia el Castillo Santa Rosa. De ahí sale la vía pavimentada que entra al Parque Nacional. Allí comienza nuestro recorrido a pie, una hora y cuarto sin pararnos hasta llegar a las antenas.

Sin embargo hay quienes acceden a esta montaña por su cuenta a través de senderos de tierra por El Valle del Espíritu Santo, por La Asunción, por el Valle de San Juan Bautista, o por los lados de Tacarigua. Pero estos recorridos son completamente informales y se dan más que todo entre los lugareños que por generaciones han conocido el área: para quienes somos sólo turistas queriendo disfrutar de la isla no es recomendable emprender esta aventura sin un guía especializado que conozca el lugar.

Llegar hasta la cima es una experiencia única, y son muchas las razones: primero porque a medida que subimos (empezamos el ascenso al nivel de mar) vemos cambios muy marcados de paisaje, vegetación, fauna y clima; segundo porque permite disfrutar de panorámicas inigualables, con neblina ya a cierta altura; y tercero porque uno se olvida completamente de que está en La Perla del Caribe.

A pesar de ser poco elevada, la montaña encierra lo que es verdaderamente un oasis en Margarita. Mientras el resto de la isla luce semiárido y con mucho sol, aquí todo es distinto: el viento silba constantemente, la brisa es fría, el follaje cambia radicalmente y se encuentran pequeños riachuelos descendiendo por el camino, de hecho es el único lugar donde es posible observar fuentes permanentes de agua. Y es que Cerro El Copey también es un centro de drenaje natural, donde se concentra la mayor humedad de la isla.

Un mundo fascinante

Con una extensión de aproximadamente 7.130 hectáreas, el Parque Nacional Cerro El Copey es uno de los principales pulmones vegetales de la Isla de Margarita. Desde su cima disfrutamos una vista inigualable: en días despejados se tiene una panorámica completa de toda la Isla, incluyendo las vecinas Coche y Cubagua. El cerro también alberga especies únicas tanto de flora como de fauna, y para muestra están el mono cebú, la ardilla, el venado y el conejo margariteño, el cachicamo, la macagua (ave endémica), la guacharaca, el azulejo, el tutuel, el turpial, la traga venao, la coral, la bejuca, el verde gallo y la rana del copey.

En la montaña se encuentran además las nacientes de los ríos más importantes de la isla: el Toro, el San Juan, el Valle y el Asunción. Es una verdadera maravilla encontrarnos esas pequeñas cascadas naturales de agua fría entre las piedras del camino y poder refrescarnos la cara mientras nos deleitamos con su mágico sonido, y ni hablar de la fuerza que adquieren las mismas torrentes después de que llueve: se convierten en una verdadera fiesta para los sentidos.

Rodeado de valles y planicies, su vegetación boscosa registra especies delgadas de árboles y arbustos que se “enanizan” a medida que ascendemos. En los planos elevados se encuentra el bosque seco tropical y el bosque húmedo tropical, donde proliferan los árboles copey con su característica flor blanca y amarilla. El matorral achaparrado es una vegetación que solamente se halla en la cima del cerro (que por cierto, es chata) y tiene el aspecto de una linda pradera verde que alberga helechos, una especie de orquídea única en la isla, la palma carana, las bromelias, las calas y otras plantas, muchas de las cuales son endémicas.

Sin duda alguna el Parque Nacional Cerro El Copey es una verdadera joya, un recurso natural de incalculable valor -ecológico y turístico- que afortunadamente hoy está protegido por Inparques, pero nuestra conciencia conservacionista es fundamental para mantenerlo. Si bien al comenzar el ascenso la montaña nos acoge con amor, tenemos que tener en cuenta que somos nosotros los que estamos entrando al hogar de muchos seres vivos que merecen respeto y consideración, y que nos tratarán igual que como nosotros los tratemos. Sólo nuestra conducta hará la diferencia: por la isla, por nosotros mismos y por los miles de turistas nacionales y extranjeros que merecen una experiencia como ésta.

Algunos consejos:

¿Qué debo llevar? Mucha alegría y energía positiva, unos buenos zapatos de goma, pantalones largos, lentes de sol, una camisa fresca, mucho protector solar, una gorra, una botella de agua y un buen sweater. Ah y una buena idea para todos a quienes nos gusta la lectura, es llevarse también un buen libro para leer cuando lleguemos a la cima.

¿Cuál es la mejor hora para subir? El acceso está permitido desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tarde. Mientras más temprano comencemos el ascenso, mejor.

¿Dónde dejo mi carro? En el estacionamiento del parque. Es seguro y es gratuito.

¿Puedo quedarme a dormir? No hay instalaciones para acampar.

¿Qué es imprescindible antes de subir? Por su propia seguridad, no deje de registrarse en el libro de visitantes en la caseta de guardaparques.

¿Qué no debo llevar? Amargura, basura, malas intenciones, resentimientos, elementos contaminantes, pensamientos negativos o armas

Cerro El Cacao: Un paseo por las nubes

En un momento estamos caminando por un bosque tupido y, al siguiente, transitamos por un espacio abierto, con panorámicas completamente verdes de praderas y sembradíos, para entrar de repente en un sendero bordeado por espigas tan altas como nosotros. Y, en puntos específicos del trayecto, nuestra mirada se topa con el mar.

Por. Karina López, publicado en la revista Clase Turista octubre 2008.

Cerro El Cacao es la formación natural que separa el pueblo pesquero de Manzanillo del valle agrícola de Pedro González. Se eleva 480 mts. sobre el nivel del mar, y hay quien dice que este era el camino usado por los españoles. El ascenso es realmente mágico, caracterizado por la variedad, la exhuberancia y el equilibrio. Es imposible aburrirse, el trayecto está muy lejos de ser monótono y, a cada paso, nos espera una sorpresa para halagarnos: Praderas, bosques secos y húmedos, laderas y senderos tupidos se suceden entre sí armónica e ininterrumpidamente.

El olor en cada etapa es muy característico, no sólo por el tipo de bosque del que se trata y las características específicas de cada tramo, sino por la gran cantidad de plantas aromáticas silvestres que se encuentran en muchos trechos. La gama cromática a la que estamos expuestos -con toda la explosión tropical que implica- nunca fue más completa.

Comenzamos nuestro ascenso, justo desde la base de la montaña (entrando por Pedro González). Antes de subir nos habían dicho que además del sombrero, los lentes de sol, el protector solar y la toalla pequeña, cada uno debía llevar un litro y medio de agua. Nos parecía una exageración, pero hoy podemos certificar que esa es la medida exacta del líquido que se consume durante el recorrido. Pasamos 4 horas caminando y, el trayecto es tan delicioso, que literalmente no nos damos cuenta del esfuerzo físico que estamos haciendo.

Prueba superada

La primera hora transcurre un bosque xerófilo, predominantemente seco y espinoso, donde trozos de cuarzo y lajas de piedra alfombran el sendero, formando en muchos tramos una suerte de escalera natural. Ya comenzamos a ver bromelias de lado y lado, junto a las tarántulas que viven dentro de ellas. Según Miki, nuestro guía, esa es la parte más difícil del camino.

La segunda hora está constituida primero por un bosque semi-húmedo, una trancisión en la que el paisaje cambia visiblemente, y nos prepara para la tercera etapa de nuestra expedición. Desde que comenzamos a subir observamos colibríes, cardenales, zamuros, ciempiés, termitas (y sus nidos), e incluso, una macaurel.

La tercera hora la pasamos en alucinante bosque húmedo, en el que hay árboles de más de 20 metros de altura, con lianas de igual tamaño, y la exuberante dimensión de las bromeliáceas -que muchas veces se enredan en esos gigantescos árboles- nos hace pensar en esas aventuras cinematográficas en entornos selváticos que hasta ahora creíamos ficticios. Y de pronto, volvemos al bosque seco. Y en el siguiente recodo, en un espacio que también parece extraído de la gran pantalla, encontramos varios árboles de olivo.

Al mediodía llegamos a la cima de la montaña, al rancho de Rafaela, donde ella misma, sus 11 nietos y su hijo Asdrúbal, nos reciben con la sencillez, la calidez y la sinceridad típica del margariteño. Con esta maravilla de anfitriones y una vista espectacular de Playa Constanza, inmediatamente nos sentimos a nuestras anchas, y en medio de una conversación bien sabrosa disfrutamos un suculento almuerzo típico en fogón de brazas, sancocho en tapara, arepas, ensaladas, jugos naturales y café. El trayecto de bajada lo hicimos con las caras pintadas con Onoto, una tradición bien arraigada entre los más pequeños de la casa.

En los alrededores del rancho hay árboles frutales: desde naranjas, limones, aguacates, pomarrosa, mamey, cotoperí, mango, pan de año, parchita, piña, variedades de plátanos y cambures, grapefruit y otros. De allí salió nuestro postre.

Comenzamos a bajar la montaña -esta vez por el lado de Manzanillo- y en este trayecto la panorámica marina se hace omnipresente, con vistas inusitadas que solo en pequeños trechos ceden su puesto a espacios tupidos. Prácticamente todo el tiempo tenemos ante nuestros ojos el amplio Mirador de Constanza y las playas aledañas, pero después de una hora caminando -ya en la etapa final de la excursión- aparece majestuosa a nuestros pies el otro lado de la costa norte: Playa El Agua, Playa Parguito y El Tirano, con los islotes de Los Frailes al fondo.

Llegamos al pie de la montaña embelesados con todo lo que hemos vivido, ¡sin duda es una experiencia inolvidable! Definitivamente es un privilegio pisar todos los días esta tierra bendita que es nuestro país, agraciada por los cuatro costados, y descubrir a cada paso todas las sorpresas que esperan por nosotros.

Contacto:
Adriana Sánchez
Macota Tours
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